MI HISTORIA


Yo soy un ratón pequeñito, como ya sabéis y muy tímido.
 
Vivía en la biblioteca de la escuela de un pueblecito de la Sierra de Madrid. Era muy vieja y destartalada, igual que el  colegio, pero yo era feliz.

 Sólo quedaban cuatro niños en esa escuela y una maestra, Doña Rosita, casi tan antigua como ella. En invierno, se sentaban todos juntos alrededor de la estufa para darse calor. Cuando yo los veía desde mi escondite, más parecían una abuela contando cuentos a sus nietos que una profe enseñando a sus alumnos.

 En la primavera, cuando el campo explota de color, el colegio se llenaba de azules, blancos, rojos y amarillos. Eran los ramos de flores silvestres que los niños recogían en sus escapadas.

Un día, a finales de invierno, recibieron la visita de un señor muy serio y trajeado. Venía de Madrid, de la Consejería de Educación (ahí es donde están los jefes que mandan en eso de los coles y de las bibliotecas). Sus noticias no fueron muy agradables.

             Yo ,desde mi rincón, escuchaba muy atento. Se había decidido cerrar la escuela al finalizar ese curso, ya que la maestra se iba a jubilar. A los niños los recogería todos los días un autobús y junto con los niños de los pueblecitos de alrededor irían a un colegio más grande, moderno y preparado en el pueblo importante de la comarca.

            El señor serio, como todos los señores serios - siempre con prisa - pronto nos abandonó, pero el mensaje que nos dejó era muy claro: la escuela y la biblioteca dejarían de existir.

            Doña Rosita, para sorpresa mía y de los niños, estaba contentísima. Animando a sus alumnos,les explicó lo felices que iban a ser en una escuela grande y luminosa. Ya no pasarían frío en invierno y, sobre todo, conocerían a muchos niños. Podrían jugar a montones de cosas y tendrían un gimnasio y una biblioteca con muchos libros nuevos, con muchas fotos y bonitos dibujos y hasta tendrían ordenador. Pero ¿y yo? Estaba preocupadísimo. ¿Qué iba a ser de mí?. Yo soy un ratón de biblioteca, pero de una biblioteca “viva”. Necesito libros, viejos y nuevos, con dibujos y sin ellos, alegres y no tanto, pero ante todo necesito vida y eso sólo la  dais vosotros, los niños que vais a la escuela y jugáis, leéis, reís y lloráis.

             Pasaba el tiempo y el final del curso se acercaba. Yo seguía sin saber que hacer.

          Un fin de semana de junio llegó la solución. La sobrina de Doña  Rosita, que también era profesora, llegó para ayudarla a preparar su marcha . Pronto se iría a vivir con ella a la gran ciudad. Estaban recogiendo las cosas de la escuela y charlaban. Yo, por supuesto, escuchaba. Hablaban del futuro, de lo que harían en el verano… Y llegaron a los libros; la sobrina hablaba de su colegio, de sus alumnos y, lo más interesante, de la biblioteca del centro -en la que ella colaboraba-. Le daba mucha pena  que algunos de esos libros se llenaran de polvo en estanterías olvidadas y que los chicos de su colegio no pudieran verlos.
 
            Doña Rosita, la maestra, le dio la solución y a mí también: muchos libros eran suyos y se los regalaba para la biblioteca de su colegio. Prepararon una enorme caja y allí la dejaron para el día siguiente.

             Esa noche me despedí de la vieja escuela, del olor del pueblo , de mi vieja biblioteca y me escondí en lo más profundo de la caja.

             Y así es como llegué a la biblioteca de vuestro cole y donde os confieso que soy también muy feliz, porque sobre todo estáis vosotros, los niños y las niñas del Martínez Montañés.

 

            Y como terminan todas las historias:

 

“Colorin, colorado

este cuento se ha acabado.

Colorin, colorete

por la chimenea

sale un cohete”

 

            Un besito bigotudo.

 

 

                                                                       RABI

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